miércoles, 10 de marzo de 2010

SUNSET


El verano, aunque caliente aún, comienza a aproximarse a su fin. Es una pena. Aunque es verdad que cada estación posee su encanto-la melaconlía del invierno es deliciosa, por ejemplo- tengo casi una relación marital con el sunset. Y claro, al menos aquí en Lima los mejores sunsets los encontramos en verano.

En general, el verano es una época especial. Es cierto que el calor agobiante del mediodía, junto a la sudoración debido a la humedad de nuestra capital lo pueden volver un poco insoportable, sobre todo si hay que usar saco y corbata, pero más allá de todo ello, esta estación se encuentra revestida de un color diferente. Pareciera, o al menos a mí me parece, que es posible en esta época más que en ninguna otra del año entrar en armonía con toda la Creación. Volver a ser niño. Por ello mismo, ver el atardecer ha sido desde siempre el estimulante perfecto para el amor, para la liberación de la creatividad, para la paz.

Cuando el sunset llega me doy cuenta de que mi acelerado ritmo de vida poco o nada importa; que el azul violeta aterciopelado desacelera todas mis prisas; que el amarillo intenso aplaca todas mis tempestades; que el tímido rojo cosquillea a mi más adusto entrecejo; que el anaranjado travieso me saca la lengua y me dibuja una sonrisa y que el plateado mar del Pacífico destila todos mis miedos.

Verano, verano, verano...has sido hecho para mí.