viernes, 6 de febrero de 2009

El día que yo muera...


Es curiosa la idea que de la muerte tenemos los seres humanos. Cuando algun familiar o amigo parte, la costumbre es vestirnos de negro. Lo hacemos así debido a que por una cuestión cultural entendemos a aquel color como símbolo de tristeza, dolor, pesar... es el llamado "color serio"

No solo eso. La gente suele llorar a mares durante días enteros por la pérdida de aquel entrañable que marcó nuestras vida haciéndola mejor. Es más, antiguamente se contrataba plañideras para que lloraran durante el sepelio las horas por las que fueron empleadas.


Ayer caminaba por las calles de una concurrida avenida y pasé junto a una parroquia en la cual se

"celebraba" una misa de difuntos. El escenario era lamentable, y lo digo honestamente...lamentable. Todos se abrazaban apesadumbrados, desconsolados, llenos de dolor. Por ello coloco entre comillas "celebraba". Eso era cualquier cosa, menos una celebración.

No. No quiero que se me malentienda. No estoy en contra del dolor de la gente. Creo que su dolor es genuino, pero nos deja a todos una gran lección. Y es que una de las razones por las que no sabemos afrontar la muerte, es que tampoco afrontamos la vida. No vivimos en plenitud, en gozo, en alegría. Pasamos de largo sin trascender, sin ir más allá. Por eso la muerte nos pesa tanto.

El día que yo ya no esté aquí no quiero que se me recuerde de esa manera. Quiero estar vivo por siempre. Vivo en la mente. Vivo con mayúsculas. Siempre vivo porque he dejado huella, porque he vivido intensamente, apasionadamente, entregándome generosamente a todo cuanto emprendí, sin medias tintas, sin vacilaciones, con las manos abiertas...


El día que yo me muera quiero que todos vengan vestidos de colores. Con pancartas, silbatos y gorritos. Quiero que la iglesia esté decorada con globos y flores amarillas; las mismas que usamos para recibir el año nuevo. Quiero que una gran banda toque sin cesar canciones de júbilo, de felicidad. No deseo esa canciones que suelen poner para ponerse a llorar. No. Quiero que se vendan algodones y manzanas acarameladas en la puerta, que se coma torta y se hagan juegos. Todos deberan estar con las caras pintadas, como niños. Quiero una feria, con intercambios de regalo y dulces para todos. En el templo quiero mil mariposas de todos los tamaños y colores volando por todas partes, y al salir fuego articiales, y...y piñata y, ...y serpentinas y, .... y todo. No deseo una sola lágrima. Si estas se asoman a los ojos, que sean las de la felicidad porque habré partido feliz, con la seguridad de que viví pleno, que gané el partido, que aproveché el regalo... con la seguridad de que soy inmortal.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

me parece muy bin lo que dices,es cierto cuando alguien muere s debe festejar que a nqacido a una nueva vida,pero la verdad es q uno llora por la prdia del ser amado,por la ausencia de la persona a la cual no vas a volver a ver,asi no creo qu alguien pueda reir ,ni estar feliz.
Patty Castañeda

Rulos dijo...

Yo creo que si vivieramos intensamente con la persona amada, y entendieramos la muerta de una manera diferente nos doleria menos.
Gracias por comentar, querida Patty

Anónimo dijo...

El dia en que pasemos la puerta...solo DIOS sabe como será.
ES un cambio, un suspiro, un exhalar final. Hoy es importante, hoy inhalamos y exhalamos y no le damos la menor importancia porque no estamos concientes de ello.
Si nos fuera posible estar concientes de cada segundo, esto seria un paraiso.

Besos
Alis

Anónimo dijo...

El dia en que pasemos la puerta...solo DIOS sabe como será.
ES un cambio, un suspiro, un exhalar final. Hoy es importante, hoy inhalamos y exhalamos y no le damos la menor importancia porque no estamos concientes de ello.
Si nos fuera posible estar concientes de cada segundo, esto seria un paraiso.

Besos
Alis

Rulos dijo...

Mientras tanto vamos por esta ruta recorrida por muchos.
Que siempre caminemos a nuestro paso, siempre mirando de frente, siempre autenticos, felices, plenos...